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Carlos A. Loprete Ensayos Cortos

PRÓXIMO DOMINGO FIN DEL MUNDO: NO HABRÁ FUTBOL

PRÓXIMO DOMINGO FIN DEL MUNDO: NO HABRÁ FUTBOL

                                    La noticia apareció en la primera página de El Heraldo del Río de la Plata, sin mencionar la fuente del aviso, en tipografía catastrófica. En menos de una hora el anuncio se difundió por Internet a todo el mundo y en cada país la reacción se interpretó conforme a la mentalidad colectiva, y dentro de esa mentalidad colectiva conforme a cada grupo de interés, y dentro de cada grupo de interés conforme a los principios compartidos y dentro de cada grupo compartido conforme a la mentalidad personal de cada individuo.

     En el Tibet y Nepal, países budistas creyentes en la reencarnación, la preocupación fue mínima, casi nula, puesto que si eso sucediera, los seres humanos renacerían reencarnados en su perpetua peregrinación de cuerpo en cuerpo. Los monjes continuaron inmutables con sus oraciones como si tal cosa. En los Estados Unidos, los afiliados a la New Age, sin religión oficial, se dividieron en incontables números de sectas, unas incrédulas de la catástrofe, otras felices con el advenimiento de un nuevo tiempo y otras confiadas en la próxima aparición del Mesías.

     En varios países aislados, sin conexión entre sí, grupos familiares, de vecinos o amigos, se retiraron despavoridos a las montañas, quizás influidos instintivamente por la idea de que estando más arriba podrían escapar de las inundaciones, el fuego, las explosiones o el choque de meteoros con la tierra, que de suceder, sucedería a nivel del suelo.  A nadie se le ocurrió esconderse en una cueva, porque en tal eventualidad sucumbirían enterrados. Lo más razonable era que la salvación estuviera en las alturas, más cerca de Dios, que en las profundidades, sede de Satanás. Es posible que algunos lectores de la Biblia, aleccionados por el Libro, supieran lo que le sucedió a Sodoma y Gomorra, desaparecidas por castigo divino con fuego proveniente de los aires, y tampoco puede descartarse la posibilidad de que entre esos lectores hubiera quienes se inspiraron en el Diluvio y pensaran en una arca que les permitiría flotar sobre las aguas hasta que pasara la catástrofe. Sabían ciertamente que en ambas calamidades Dios había advertido a algunos justos para que se pusieran a salvo, a Lot en Sodoma y a Noé  en la región del Éufrates y el Tigris, pero en la desesperación, era preferible hacer algo que no hacer nada.

     A Lot y sus familiares, lo mismo que a Noé y su familia, los salvó la confianza en la palabra divina, pero los lectores de El Heraldo no tenían iguales motivos para pensar que el director del diario fuera un mensajero divino. En su incredulidad, esperaron que la Iglesia confirmara o corrigiera el anuncio, pero de un día para otro no había tiempo suficiente para que llegara ese pronunciamiento. No faltó, sin embargo, un catequista que corrió en busca de los textos bíblicos y repasó sus páginas. Se reencontró con el versículo que decía: “No volverá a ser exterminada carne alguna por las aguas del diluvio, ni habrá otra vez diluvio que vuelva a asolar la tierra.”        

     En un país sudamericano con costas sobre el Atlántico y fronteras con los Andes, los atribulados habitantes hallaron un motivo de tranquilidad y se entregaron a sus habituales preocupaciones. El encuentro clásico de fútbol ente los clubes Boca Juniors y River Plate por la definición del campeonato había sido suspendido hasta nuevo aviso por las autoridades como medida precautoria, y tal noticia excitó los ánimos de los partidarios a tal extremo, que incendiaron la sede del diario y dieron muerte a su director.

     - Menos mal –comentó un futbolista el lunes siguiente-, en vez de todos los hombres del mundo se murió uno sólo.

-          Y eso le pasó por incrédulo. ¿Cómo se le ocurrió pensar que el Creador iba a dejar de ver el partido? ¿No sabía acaso que Dios es argentino?

 

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