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Carlos A. Loprete Ensayos Cortos

PSICOANÁLISIS DE UN FANTASMA

PSICOANÁLISIS DE UN FANTASMA

En mi juventud se llamaba médium al intermediario entre los descarnados y los hombres vivientes, pero en nuestros días se habla de “canalización”, para designar este fenómeno. El doctor Frank Royce, profesor de psiquiatría de la Universidad de *** y fervoroso discípulo de Freud, después de registrar los datos más importantes recogidos durante treinta años en sus sesiones con los pacientes, cayó en la curiosidad de mantener comunicación con su antiguo maestro, ya difunto, para conocer su situación en el otro mundo.   

     Para satisfacer esta curiosidad no tenía otro camino que recurrir a un intermediario        especialista y el más acreditado que encontró fue madame Alexandra, afamada por su poder para invocar espíritus. Atendía en su casa los días domingos a grupos de seis personas, y los miércoles en forma individual a clientes selectos, al doble de precio. El doctor Royce aceptó las condiciones de pago y dos semanas después estaba sentado frente a Alexandra. La médium o canalizadora le preguntó el nombre del espíritu con el cual quería conversar y el profesor se lo dio: Sigmund Freud.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                     

-¿Habla español ese señor?  Porque si no habla ese idioma no puedo hacerlo venir.

     - No se preocupe, señora. Usted tráigalo que yo me entenderé con él.

     Alexandra cerró los ojos, puso las dos manos sobre la mesa, masculló unas palabras incomprensibles y a los pocos instantes se irguió y dijo al visitante:

     - Su espíritu está presente. Háblele mentalmente y yo iré transmitiéndole sus pensamientos.

     El diálogo entre viviente y descarnado se desarrolló al parecer sin inconvenientes.

     - Maestro, ¿dónde se encuentra usted?

     - Realmente no lo sé. Estoy rodeado de una especie de niebla o humo.

    - ¿Hace frío o calor en ese lugar?

    - Tampoco lo sé, más bien diría que ni una cosa ni la otra..

    - Pero ¿está de pie o sentado?

    - Yo diría que flotando, pero no puedo asegurarlo. 

    - ¿Y recuerda o no cosas de este mundo que dejó? ¿Me recuerda a mí?

    - Ahora que me lo pregunta, sí. Usted es el profesor Frank Royce. Nos conocimos en una conferencia del Instituto Metafísico Internacional. Tenía un bigotito recortado, usaba levita negra y pantalones a rayas, tomaba agua tibia cuando tenía sed y se rascaba la barbilla.

   - ¿ Recuerda al profesor Sigmund Freud ?

   -   No, cada día que pasa recuerdo menos cosas.

   - ¡Qué raro! Usted era Freud en este mundo. Su cuerpo está sepultado aquí, y de vez en cuando sus discípulos llevamos flores a su tumba.  Pero dejemos aparte los recuerdos. ¿Qué cosas ve? ¿Fogatas, algún astro, un jardín con flores y mujeres hermosas, una montana alta, una isla en medio de un lago?

   - No veo nada.

   - ¿Escucha algo, voces, ruidos, cantos, llantos u otra cosa?

   - No. Hay un silencio absoluto.

   - ¿Siente algo, sed, hambre, sueño, cansancio, calor, frío?

   - No, aquí no se come ni se bebe ni se sienten esas cosas.

   - ¿No vio algunas personas como Newton, Descartes, Voltaire, Marx, o algún profeta, apóstol, santo? Ésas ya murieron y deben de estar por ahí.

   - Quizás estén, pero yo no las veo.

     -Está bien, maestro. Si usted lo dice, yo lo creo. Pero no siente culpa, arrepentimiento, deseo u otra cosa?

 - Sí, miedo.

 - ¿ Miedo de qué?

 - No lo sé, sólo miedo.

      - Llegado a este punto, el profesor Royce creyó razonable dejar el diálogo hasta una próxima sesión y así lo hizo saber a su entrevistado:

 - Bueno, maestro, lo dejo por hoy. Muchas gracias por venir. Nos veremos.

     El profesor Royce dio por concluida la sesión, se levantó de su asiento, pagó los honorarios convenidos a la médium Alexandra, y al despedirse le dijo:                                                                                                             

     - ¿Podríamos repetir esta sesión la próxima semana?

     - Por supuesto, tratándose de usted, pero no le aseguro que ese doctor Freud venga.

     - ¿Por qué lo dice?

     - Porque viene cuando puede, cuando quiere o cuando  lo dejan –fue su respuesta.

     - ¿Cuándo lo deja quién?

     - No podría decírselo, a tanto no llega mi  poder.

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