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Carlos A. Loprete Ensayos Cortos

JUSTIFICACIÓN DEL MOSQUITO

JUSTIFICACIÓN DEL MOSQUITO

   No está del todo claro por qué al Creador se le ocurrió fundar los animales. Algunos de ellos están debidamente justificados, mas otros son un misterio indescifrable.

               Entre los justificados debemos contar a los que cumplen un destino nutricio. La vaca nos provee la leche, ese poderoso alimento que nos ayuda crecer, además de la carne  con que reponemos las proteínas de nuestro cuerpo. La gallina, con el auxilio de su cónyuge, produce los huevos y culmina su cooperación ofrendándonos su vida en forma de pechugas, muslos y alas.

               Otras bestias están puestas en la tierra para aliviarnos de las fatigas diarias. El

perro cuida de nuestras casas, bienes y familia, y nos hace compañía en momentos de soledad o de desdicha. El caballo nos permite.transladarnos más allá de la capacidad de nuestras piernas y extender nuestros dominios. El borrico, el mulo y el camello soportan sobre sus lomos las cargas que no aguantan nuestras espaldas

             Pero como no todo es material en este mundo, nuestro espíritu cuenta también con el favor de otros animales: las mariposas regocijan nuestros ojos, los canarios y jilgueros embelesan nuestros oídos, los papagayos no deslumbran con sus atrayentes colores, las palomas reconfortan con su tranquilidad, los cisnes nos enseñan el arte de la elegancia al caminar y el ruiseñor ofrece su imagen a la inspiración de los poetas.

             Incierta es en cambio la función de otros animales, no tanto por lo que son en sí mismos, sino por la interpretación que de su destino hacen los seres humanos. Algunos expertos en zoología piensan que los cocodrilos africanos y los yacarés americanos fueron creados para engullir negros e indios, respectivamente, y mantener de este modo el equilibrio racial en este planeta. A los halcones no se les ha encontrado otra finalidad que la cetrería o caza, a fin de que los reyes, condes y duques no se depriman en sus pétreos castillos, húmedos y oscuros. Los ciervos, en opinión análoga, existen para que no les falte a los cazadores blancos móviles en sus ejercicios de tiro y decoraciones en las paredes de sus moradas.

             Según la teoría de un filósofo belga, el Creador fue tan espléndido y pródigo  en la concesión de libertad a los humanos, que llegó incluso a crear al mono para que los escépticos darwinistas tuvieran argumentos para negar el origen divino del hombre.

              Como se puede apreciar, el asunto es arduo. Encontrar una razón para cada clase de bruto podría ser posible, pero demandaría por lo menos tres o cuatro siglos más de investigación.científica hasta abarcar a los millones de mamíferos, aves, peces e insectos existentes, sin contar con que una infinidad de ellos ni siquiera han sido  aún registrados en los catálogos.

               ¿Pero y el mosquito? He aquí a uno de mis mayores enigmas. Me resisto a creer que esté en el orbe para mantener el paludismo en las zonas cenagosas o para hacer mover como pantallas las colas de los vacunos y sacudirlos de su hastío cósmico.

                En procura de una explicación más satisfactoria he consultado el tema con acreditados científicos, doctores y pensadores. Cero al as. La humanidad sigue sin poder determinar la misión de los mosquitos.

                Sólo me quedaban por consultar los filósofos y decidí ir a los libros. A poco de leerlos, rechacé las opiniones de los agnósticos: si no sabemos se Dios existe, no podemos tampoco saber si Él los creó y muchos menos entonces para qué. Rechacé además la opinión de algunos talmudistas, para los cuales Dios creó a los mosquitos para que en su momento sirvieran de tercera plaga en Egipto y forzaran al Faraón a librar al pueblo hebreo de su cautiverio.

               Similar repulsa me causaron otras teorías excéntricas. Me opongo rotundamente a creer que el minúsculo insecto díptero haya sido puesto en el mundo para humillar al león metiéndose en sus narices y torturándolo a pinchazos (Esopo), o para acomodarse en el cuerno del buey y jactarse de haber arado el campo (“Aramos, dijo el mosquito.”). Alguna vez tendremos que aceptar que Dios hizo el mundo en serio.

               Debo advertir, ante todo, que soy –o por lo menos creo serlo-, un declarado y orgulloso latinista. No ha de sorprender en consecuencia que me proclame un fervoroso entusiasta de la tesis de Virgilio. Como será del conocimiento de todo lector exquisito, el príncipe de los poetas latinos intercaló en una de sus famosas piezas literarias una anécdota que encierra toda una doctrina. Me refiero al conocido culex virgilianus. Un pastor duerme su siesta a la sombra de un árbol, reposando de la fatiga matutina. Una serpiente venenosa. se le acerca para picarlo, cuando notándola un mosquito, clava su aguijón en la piel del rústico y lo despierta. El pastor, sin saber que ha estado de punto de morir, se fastidia por la picazón y mata al mosquito.

               Tengo la sospecha de que el uruguayo Horacio Quiroga se inspiró en el vate latino para escribir uno de sus cuentos. Relata que un hachador de Misiones regresa de su jornada en la selva, y al encontrar en la puerta de su rancho restos de sangre, piensa que el perro que ha dejado en custodia de su hijo al costado de la cama, lo ha mordido. Desesperado, mata al can. Pero instantes después ve a una serpiente ensangrentada muerta a mordiscones en el piso y a su hijo salvo. Esta vez es el perro quien ha pagado con su vida el favor consumado.

                No incurriría yo en la ingenuidad de pensar que en el plan cósmico el mosquito ha sido creado para despertar a pastores durmientes en peligro de muerte o el perro para matar a serpientes a punto de emponzoñar a los párvulos. Dejo el enigma a los científicos y filósofos, y mientras tanto protesto mi ignorancia.

                Pero como he dicho ya que soy un apasionado latinista, comparto la metáfora del poeta Virgilio: el hombre es capaz de matar a su bienhechor.

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