Blogia
Carlos A. Loprete Ensayos Cortos

LOS FILÓSOFOS FEOS

LOS FILÓSOFOS FEOS

     Conforme avanza la participación de las personas en la cultura mundial, se han producido efectos impensados en las ciencias, la filosofía, el arte y la religión. La aparición de nuevos aportes a la cultura es innegable puesto que se han logrado nuevos productos desconocidos por la antigüedad. Un ejemplo lo proporciona la mezcla de belleza y sabiduría. Hasta hace unas décadas, los filósofos se juzgaban por las ideas aportadas. El progreso actual, en cambio, admite que los sabios sean valorados conforme a sus características físicas. Veamos un ejemplo.

     Marco Tulio Cicerón, romano del siglo I, podría integrar la lista. Por supuesto, no se conservan fotografías testimoniales, pero sí bustos de su época. Todos saben que Cicerón era el apodo con que lo conocían en Roma, pero pocos quizás tengan noticia de que sus contemporáneos lo llamaban así porque tenía en su nariz un bulto como “garbanzo”. En el latín  de su siglo el garbanzo se denominaba cicer, ciceris, de donde Cicerón venía a significar algo así como “garbanzudo.” Prosiguiendo con este método libre de mezclarlo todo, puede inferirse que la fealdad es equivalente a la mentira y la belleza lo es a la verdad. Hemos llegado al final del raciocinio: Cicerón el Garbanzudo fue un filósofo con malas ideas dado que físicamente era feo.    

     Sin embargo, al revisar un busto conservado en el Monte Capitolino de Roma no se le ve ningún garbanzo en el apéndice nasal, y resulta imposible dictaminar si al fin de cuentas lo tuvo o no. En consecuencia, el lector se queda sin saber si el filósofo romano era un buen o mal pensador.

      Voltaire, filósofo francés del siglo XVIII, es otro ejemplo. Reducido de cuerpo, la columna vertebral encorvada, sumido de mejillas por la falta de dientes, ojos hundidos en dos cavernas óseas, calvicie precoz oculta por una cabellera, manos con nervaduras como ramas de árbol de tan descarnadas que eran, con esas solas muestras visibles, no tendría que ser leído por nadie. De su contemporáneo irlandés, Jonathan Swift, no diré nada porque el infortunado murió en la locura, pero quien se interese por su figura puede encontrar ilustraciones en varias fuentes. ¿Qué no decir de Nietzsche, germano del siglo XIX? Espesos bigotes hasta el labio y bizco,  no puede ser catalogado entre los hermosos, y por lo tanto, tampoco entre los veraces.

     Concluiré con otro caso. Me refiero a Emmanuel Kant, filósofo alemán del siglo XVIII, el pensador más mencionado y menos leído de la historia. Los grabados de la época lo muestran minúsculo de cuerpo, enclenque y esmirriado, exquisitamente sensible a los cambios de temperatura, tímido, mirando como niño asustado hacia un punto fijo del horizonte,  envuelto en varias mantas.  Se lo dejo retratar a un amigo familiar: “…y a decir verdad, para entonces no era sino la sombra de un hombre.” (Tomás de Quincey, Los últimos días de Emmanuel Kant).

     La serie completa de pensadores feos es inagotable: registra rengos, gigantones,  panzones, mancos, cegatones y sordos, sin contar los enfermos. Y vaya uno a saber qué aspecto tenían los demás, aquellos de quienes no quedan dibujos ni bustos verificables. Tengo una leve reminiscencia de que Sócrates era feo, pero no podría precisar dónde he leído esto ni tengo ganas de perder el tiempo buscándolo. Me complacen tanto sus diálogos, que me aterra la idea de tener que cambiar de opinión.

     Sin salirme de los griegos (para no tener conflictos con los contemporáneos), mi análisis es muy simple. Si la verdad y la belleza se corresponden entre sí, la Venus de Milo sería la reina de la verdad con desmedro de Sócrates , aunque me expongo a la objeción de que esta afirmación es inválida puesto que no se sabe cómo eran sus brazos y sus manos. ¿Y si hubiera sido manca?

     He ahí una incógnita para la historia del pensamiento humano.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                 

    

 

 

0 comentarios