EL ZOMBI GLOBALIZADO
A quienes no tuvieran a mano un ejemplar del diccionario de la Real Academia Española sería útil reproducirles la definición que esa organización da del vocablo “zombi”. Es una palabra de origen africano que en Haití se utiliza para designar a un cuerpo humano que ha sido revivido por arte de la brujería, digamos un individuo que lleva dentro de sí un dios de los tantísimos existentes en el cielo vudú, y se comporta de manera extraña y podría ser confundido con un atontado. Describiré uno como ilustrativo.
Pongámosle un nombre, para identificarlo. Digamos Trou-forban. Cansado de ser pobre y vivir de sufrimiento en sufrimiento, se acerca al santuario de un brujo y le pide que en el plazo de un año pueda montar a caballo y contar su dinero como un gran negro. En compensación por el beneficio, le pagará una importante suma de dinero. El hechicero le dice que para eso tendrá que enterrarlo por un tiempo, condición que Trou-forban año acepta. El hechicero lo cita para el día siguiente y le da entonces un brebaje a beber. Cuando “resucita” Trou-forban, que ha permanecido en estado cataléptico por un período que no sabe, recuerda que durante ese tiempo de su “muerte” ha gozado de todos los beneficios convenidos, pero que de nuevo ahora en la vida ha perdido totalmente su voluntad, vive adormecido continuamente, y deambula como entontecido por las calles del pueblo, entre calamidad y calamidad. El primero de sus hijos se ha roto el cuello, el segundo tiene una pierna infectada y no puede caminar, el tercero está enfermo en cama minado por una tuberculosis incurable, y el cuarto está detenido por la policía por un crimen grave. Estas desgracias, incluida la muerte de su esposa ocurrida poco después, le han sucedido a Trou-forban como castigo divino por no haber dado limosnas a los pobres durante su muerte. El brujo le promete salvarlo de esas calamidades a cambio de un pago durante ocho años de un estipendio mensual. Pero Trou-forban no está en condiciones de satisfacer ese requerimiento y huye del poblado. Desde entonces nadie reclama su presencia y quizás prosiga su deambular en un territorio desconocido.
Los antropólogos europeos que estudian al pueblo haitiano no tienen duda de que se trata de un caso de perturbación mental provocado por la pócima intoxicante del supuesto resucitador. Los gobiernos y la Iglesia tienen establecidas cada cual dentro de sus esferas y recursos prohibiciones tajantes. Los gobiernos castigan en sus leyes a los extractores de almas, los hacedores de lluvias, los buscadores de tesoros, los amenazadores y los adivinos. La iglesia católica descalifica todo manipuleo de sus enseñanzas y doctrina, como las falsas aguas benditas, la contaminación de sus creencias con santos inventados, la veneración de espíritus inexistentes, la distorsión de sus sacramentos, las copias deformadas de sus oraciones, el uso de amuletos paganos,
y otras incontables creencias y prácticas rituales.
Pese a tantas oposiciones, los voduistas sobreviven en nuestros tiempos en muchos lugares de Europa y América. Un globalizador ha descubierto, por ejemplo, que muchos doloridos del mundo moderno, son presas comerciales fáciles de lograr a través de la publicidad y el pago de servicios favorecedores. Sus ofrecimientos comerciales podrían resumirse en la siguiente pregunta: “¿Por qué no tener un zombi propio? Puede serle útil.”
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