HIELO QUICHUA
Quienes opinan que la globalización de la cultura ha triunfado ya en todo el mundo tendrán que aceptar en algún momento que están equivocados y que esa edad de oro está todavía a cientos de años de su éxito final, si es que eso sucede. Yo no me incorporaré con mi opinión a este debate, y cómo contribución a este asunto, me reduciré a relatar una humilde historia.
“Bueno, le voy a contar un caso, a mí me contaron”, empieza el texto original recogido por un renombrado quichuista norteño. Cierto día, a fines del siglo pasado, un vecino del pueblo trajo una vasija de vino y un pedazo de hielo envuelto en retazos de tela. Invitó a varios amigos a comer un asado criollo y hacerles probar el hielo. Puso el trozo de hielo en la vasija y lo sirvió con la carne. Al terminar la comida llamó a su sirvienta y le ordenó guardar en un plato el vino con el hielo sobrante.
- Vaya y guarde para otra vez.
La doméstica, servicial y obediente, llevó el plato y lo ocultó en el suelo debajo de unas matas cercanas.
Al día siguiente, el vecino recibió nuevamente a los amigos para terminar de consumir el vino guardado. Llamó a su sirvienta y le ordenó:
- Traiga lo que le hice guardar ayer.
La doméstica fue a las matas y encontró el plato pero sin el hielo. Volvió asustada hasta su patrón y sintiéndose culpable de la desaparición, le explicó:
- Disculpe, don, debe de haber comido el gato eso que me hizo guardar.
De ese sucedido deben de haber pasado unos veinte años más o menos. ¿Cuántos cree el lector que deberán pasar todavía?
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