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Carlos A. Loprete Ensayos Cortos

HIELO QUICHUA

HIELO QUICHUA

     Quienes opinan que la globalización de la cultura ha triunfado ya en todo el mundo tendrán que aceptar en algún momento que están equivocados y que esa edad de oro está todavía a cientos de años de su éxito final, si es que eso sucede. Yo no me incorporaré con mi opinión a este debate, y cómo contribución a este asunto, me reduciré a relatar una humilde historia.

     “Bueno, le voy a contar un caso, a mí me contaron”, empieza el texto original  recogido por un renombrado quichuista norteño. Cierto día, a fines del siglo pasado, un vecino del pueblo trajo una vasija de vino y un pedazo de hielo envuelto en retazos de tela. Invitó a varios amigos a comer un asado criollo y hacerles probar el hielo. Puso el trozo de hielo en la vasija y lo sirvió con la carne. Al terminar la comida llamó a su sirvienta y le ordenó guardar en un plato el vino con el hielo sobrante. 

- Vaya y guarde para otra vez.

     La doméstica, servicial y obediente, llevó el plato y lo ocultó en el suelo debajo de unas matas cercanas.

     Al día siguiente, el vecino recibió nuevamente a los amigos para terminar de consumir el vino guardado. Llamó a su sirvienta y le ordenó:

- Traiga lo que le hice guardar ayer.   

     La doméstica fue a las matas y encontró el plato pero sin el hielo. Volvió asustada hasta su patrón y sintiéndose culpable de la desaparición, le explicó:

     - Disculpe, don, debe de haber comido el gato eso que me hizo guardar. 

     De ese sucedido deben de haber pasado unos veinte años más o menos. ¿Cuántos cree el lector que deberán pasar todavía?

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