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Carlos A. Loprete Ensayos Cortos

OPTIMISTAS Y PESIMISTAS

OPTIMISTAS Y PESIMISTAS

  Ya es hora de que los seres humanos comencemos de una vez a dar a cada palabra de nuestro lenguaje un significado más exacto del que hemos venido valiéndonos. Optimismo y pesimismo son dos de ellas. Si ante la posibilidad de un suceso humano o fenómeno natural indeseado, alguien espera que no sucederá, la tal persona será calificada de optimista. Pero si otra piensa que no sucederá, cargará sobre su persona con la imputación de pesimista.

     Desde un punto de vista psicológico, optimismo y pesimismo son disposiciones de ánimo opuestas, igualmente equiparables en valor, aunque socialmente el pesimista es rechazado. El optimista tiende a verlo todo por el lado bueno y ante la posibilidad de una desgracia dolorosa, piensa que no sucederá y esta actitud es más reconfortante que la contraria. Pero si un vulcanólogo afirma que la masa de lava ardiente descenderá por una depresión de la cuesta y arrasará a determinada población en su camino, ¿diríamos que es un pesimista? Seguramente que no. También creemos que ningún optimista se quedará quieto en el camino, esperando que la masa ígnea se desvíe un minuto antes de llegar a él. En otras palabras, ni el optimista ni el pesimista modifican la realidad, lo que inevitablemente debe suceder en la naturaleza, en la sociedad o en el individuo. Dos escaladores observan a un compañero trepar una empinada cuesta montañosa; el pesimista opina que el alpinista caerá al vacío si continúa su aventura, mientras que el optimista sostiene que no caerá. Si el trepador cae, ¿el pesimista tenía razón?; si no cae, ¿la razón la tenía el optimista?  Categóricamente ninguno de los dos, porque caer o no caer no dependen de las opiniones de los observadores.

     El optimismo es la esperanza de que algo doloroso no suceda y nada más. Los médicos no pueden ser optimistas ni pesimistas, porque saben que a la larga todos los humanos mueren. Para zafar del compromiso moral, delante de un caso de agonía se apartan del pesimismo y del optimismo con su proverbial frase “Ahora está en manos de Dios.” Podrán serlo ante una determinada enfermedad, pero no ante la muerte.

     Desde otro punto de vista, el filosófico, el asunto se interpreta de otra manera. Los cristianos opinan que Dios es el creador (autor) de todo lo existente, omnisciente (lo sabe todo), omnipotente (lo puede todo), eterno (no tiene tiempo) y bondadoso sumo. En consecuencia, al proceder a crear el mundo, hizo el mejor mundo de los posibles, el mundo en que vivimos. No pudo haberse equivocado porque todo lo sabe, no pudo haberlo hecho malo parque es la bondad suma, ni puede haberlo hecho imperfecto porque todo lo puede. Sin embargo, en el mundo que ha creado hay dolor, enfermedad, injusticia, guerra, infortunios, catástrofes, en definitiva,  el mal.

     No intente el lector pasar de estas comprobaciones porque es imposible hacerlo.   No estamos en condición de comparar este mundo real con los otros posibles, porque no los conocemos. Cada individuo pudiera concebirlo a su criterio personal, todo azul y blanco; sin diferencia de lenguas; sin animales; con seres verdes de baja estatura y grandes ojos rasgados negros y sin lenguaje hablado; con cabeza y cuerpo unidos sin cuello y sin brazos ni pies. De todos modos, serían mundos imaginados con nuestra inteligencia humana, que no sabemos si coinciden con la divina.

     En la mente de Dios deben de haber estado todos los mundos posibles, pero como

no podía crear sino sólo uno de ellos, es necesario que alguna razón haya tenido para crear el que habitamos. Por consiguiente, éste es el mejor de los posibles, no sólo para la idea de Dios, sino también para nosotros mismos.

    A todo lo anterior habría que agregar otra dificultad,  tal vez más comprensible. Como no estamos en condiciones de discernir humanamente entre lo bueno y entre lo malo futuro,  pues lo que es bueno para unos es malo para otros visto desde otra perspectiva , no sabríamos ante un futuro previsible cuándo alguien es optimista o pesimista. Ante la inminencia de una fuerte tormenta en un país seco, sería optimista quien la deseara porque los suelos recobrarían la fertilidad, pero también sería optimista quien no la desee porque sería una calamidad agregada. Frente a una persona descerebrada por accidente, el pesimista  consideraría que es malo que deje de existir nuestro pariente o amigo, mientras que el optimista lo consideraría  una felicidad, puesto que el accidentado deja de sufrir.

     En conclusión, los conceptos de optimismo y pesimismo son imprecisos y están supeditados a lo que se considere bueno malo. Una misma ciudad parece distinta según sea desde donde se la mire.

     Desde que al filósofo germano Leibniz se le ocurrió en el siglo XVII inventar la teoría del optimismo hacia 1714 han transcurrido ya unos trescientos años  y todavía los sabios no han resuelto el tema. Y no sería riesgoso conjeturar que nunca lo resolverán.  

Mientras tanto, ¿qué hacer? Sencillamente, lo que su buena conciencia le dicte. Deje las teorías para otra oportunidad, porque el billete de lotería saldrá premiado o no, con prescindencia de si usted es optimista o pesimista.

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