SOSPECHOSO DE INTELIGENCIA
Sería justicia o injusticia, pero la cosa sucedió. Lo apedrearon y embadurnaron a escupitajos una mañana al salir de su domicilio. Ni bien abrió la puerta y apareció, se oyó una voz estentórea de entre el grupo de curiosos y periodistas habituales, que le recriminaron: “¡Traidor! ¡Mentiroso! ¡Te llegó por fin la hora! ¡Basta de mentiras!” A continuación llegaron las piedras escurridizas abriéndose paso por entre los intersticios de los presentes, y por último los escupitajos asquerosos de los individuos más cercanos, sin que la mayor parte de los presentes atinara a comprender las razones de esta crueldad. ¿Qué habría hecho ese personaje para merecer tan infamante tratamiento?
Los observadores se miraban unos a otros buscando en los rostros algún indicio explicativo y en ninguno se podía percibir una respuesta. En el barullo del vocerío se alcanzaban a distinguir de vez en cuando algunas palabras:
- ¿Qué ha hecho este tipo para que lo traten así?
- No sé nada, yo acabo de llegar.
Otro alegaba lo más ufano:
- Algo habrá hecho para que lo traten así. Cuando el río suena, agua trae.
- Sin embargo, yo vivo en la casa de al lado y nunca vi al pobre en algo indebido. De mañana saca a pasear a su perro, toma un café en el quiosco de la esquina y lee el diario. Después se retira a su departamento y través de la ventana se lo ve leer el resto del día. ¿Qué tiene de malo eso?
A continuación varios policías con pecheras anaranjadas entraron en escena, interpusieron sus cuerpos para evitar el choque y calmar a los atacantes. Un transeúnte de edad avanzada se aproximó al portero del edificio:
- ¿Contra quién protestan estas personas?
- Contra el doctor Bonavista, del cuarto piso.
- ¿Lo acusan de algo? Por leer no se puede agredir a nadie. A ver si de pronto me escrachan a mí porque hago traducciones al inglés.
El portero se escudó detrás del silencio y giró su cabeza hacia un costado.
Un individuo apostado con cuatro o cinco personas en un extremo del gentío, explicaba a sus compañeros:
- Es un sospechoso de inteligencia y por lo tanto un enemigo del gobierno. Los inteligentes trabajan de mosquitas muertas y se creen que porque han leído merecen gobernar el país. Pero para impedirlo estamos nosotros.
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